Luego de polluela, en la mesa del quiosco del parque todavía se seguía
repartiendo. Nunca se llegaban a llenar los vasos, éramos tantos en aquella
pandilla. La tapa, de altramuces invariablemente, resultaba también siempre
escasa. Los llamábamos con otra palabra, pero es que resultaría bastante
ordinaria escrita ahora por aquí.
Y ya de ejemplar adulto...Casera de limón con vino tinto, hielo, y una rodaja
de limón me encanta. Todavía hay un sitio donde la ponen. Desde detrás de la
barra “el diabolo”, ya para jubilarse, tararea aquello de Extremoduro, hace un
guiño y dice que la compra solo para cuando voy. Aunque sé que me engaña. Las
tapas siguen siendo una institución.
Ya no viene con aquel cierre de palanca, no trae el bonito tapón de porcelana,
ni la gomita de estanqueidad. Tampoco se devuelven los envases, y no regalan
muñecas juntando las caperuzas de papel que venían protegiendo el tapón.
Algunos viajes dábamos para ver si habían llegado ya los dichosos regalos, que
tardaban los días que son una eternidad para los niños…Pero entre que íbamos y
veníamos, en el camino nos entreteníamos
En la mesa de la salita encuentro ahora latas abandonadas más de medias,
enfrente de la play. Cuanto les reniego!. Pero como sé que luego tendrán
también sus recuerdos felices, y que cuanto me gustará conocerlos. Me asalta
alguna vez como una añoranza futura cuando veo una cara de viejita.
2 comentarios:
No pienso eliminar este texto, Mercedes :D
Bueno, pero que texto no era!.
Está bonito Burbujas, gracias.
Otra copa que te debo, eso si con de La Casera eh!
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