domingo, 26 de febrero de 2012

Eso de "ligado" con mahonesa mola ¿quién es la tal mahonesa?




No sé si fue señor o señora y tampoco cuándo lo hizo pero si puedo imaginarme que a alguien, mientras lo manipulaba, se le cayo un huevo en el aceite

En aquella época los huevos eran bastante difíciles de encontrar por lo que el ínclito se debió de cabrear mucho.

Como consecuencia de su cabreo, empezó a agitarlo, operación que hoy día se conoce como "batir"

El entonces humilde aceite, también tenía su corazoncito y en ese encuentro se había enamorado perdidamente de Clara y de Yema. Densas lágrimas, surgían de su profunda esencia Mientras se abrazaba a sus amadas. 

Cada vez estaban más unidos, lo que hoy conocemos como "habían ligado" y fueron ofreciendo resistencia a la agitación a la que eran sometidos

Formaron una crema cada vez más espesa y aquel enfado de quién creía haber perdido un valioso huevo se convirtió en algo delicioso. Por algo era el resultado de un gran amor

                                                                    Caballoloco

miércoles, 15 de febrero de 2012

Sopas



" La sopa de puerro-patata, la más humilde, la más sencilla y rápida de hacer pero no por eso la menos sabrosa.
La sopa de berros, crema fina verde-pradera con su flor blanca de nata líquida que la cuchara no se decide a cortar.
La sopa de setas, con recuerdos de paseos por el bosque o la de espárragos silvestres, tan untuosas las dos y con el contraste de sus picatostes crujientes.
................ las sopas..............
La sopa de calabaza de alegre color, festiva y sofisticada, coqueta perfumada de azafrán.
La sopa de cocido: caldo nutritivo por excelencia, con sus fideos, sus hojas de menta y su chorrito de fino para los mayores, o con el alfabeto desordenado de sus letritas en el poema líquido de los niños aprendices de escritores que buscan su firma.
La sopa de leche con tapioca, muy socorrida y suave, para estómagos delicados, y que hay que vigilar sin cesar por su caracter desbordante.
................las sopas...............
La sopa de ajo de la abuela castellana, plato completo, contundente, alegría del pimentón.
La sopa de cebolla: primero, complemento humilde, y pronto, lujo de trasnochadores, al abrigo de sus capas de queso gratinado o derretido, según los gustos.
La sopa de no-se-sabe-exactamente-qué-ingredientes, oasis de sabor y textura reconfortantes y potentes, de otros países, su nombre sonoro evocador del desierto a la luz de la hoguera y de la media luna o de la luna llena.
...............las sopas................
La sopa de pescado de la abuela francesa, de sabor atlántico o mediterráneo (vino blanco o "pastis"), siempre a merced de la faena marítima, siempre distinta y sorprendente, tomates y romero, tomillo y punto de azafrán, hilos de queso y tostada de pan de campo frotada de ajo... paladeado sinónimo de los reencuentros familiares a orillas del mar...

El ritual de los ingredientes... pasear por el mercado o la huerta, examinar, sopesar, comprar o recolectar, lavar, pelar, trocear, dorar, pochar, sazonar, probar, rectificar, colar, triturar, calcular cantidades con generosidad y tiempos con amor.

El agua y la sal, las hierbas aromáticas y el arroz, el marisco y las cabezas de pescado, las verduras variadísimas y el hueso de jamón... formas, colores, texturas, aromas, recuerdos...

El recipiente donde se elabora y madura la alquimia de la mezcla, olla lenta o rápida que destila y conserva la magia de la esencia de los ingredientes y susurra música de hogar.
El recipiente donde llega a la mesa: cacerola de diario o sopera de porcelana fina de los días festivos.

Y precedidos por su aroma insinuante y prometedor, el plato, el tazón o la cazuela de barro en los cuales, por fin, la sopa se acerca de forma tentadora al comensal...
... y el hechizo de la primera cucharada... los labios soplando un beso... los labios que se abren a la vez que los ojos se cierran de puro placer...
... y el sentido que se pierde en la cresta de las olas gustativas...
... y el suspiro de satisfacción...
... y la sonrisa agradecida hacia la cocinera...

"¡Qué sopa más rica!"

La sopa: alimento ancestral, primitivo, básico en la primera edad y de deleite a cualquier edad... si gusta.

La poción mágica de las cenas otoñales e invernales de mi casa.

Para mis compañer@s del
"Círculo de los Soperos Empedernidos" "

martes, 14 de febrero de 2012

A la salida del baile


 

"The" Danzante
 

Era un lugar tranquilo. Una suave música llenaba el local. Me gustaba el café y las deliciosas tisanas que preparaba Ya casi no tomaba alcohol y hoy quería tener la mente clara
Ya nos habíamos visto en otras ocasiones. Nuestras miradas se cruzaban casi cada minuto. “¿ quieres bailar ?”
Mi mano en su cintura, la suya en mi hombro, transmitían calor mientras los dedos entrelazados, se acariciaban de forma casi imperceptible.
Fue la tarde perfecta. Poco a poco, conforme pasaban los minutos, nuestros cuerpos se iban acercando. Al principio, era un acercamiento tímido. Cierto rubor se instalaba en sus mejillas, pero parecía dispuesta a llegar al dulce abrazo. Yo lo deseaba
No hubo que esperar mucho tiempo para que sus manos rodearan mi cuello mientras las mías rodeaban su cintura.
Mis manos no podían permanecer quietas y lentamente recorrían su espalda. Su cuerpo era un mar de sensaciones, El enganche de su sujetador, me atraía sin que pudiera evitarlo y mis dedos se paseaban por sus bordes
Había avanzado la tarde y ya mis manos, tímidamente, acariciaban su vestido por debajo de la cintura. No eran duros ni firmes como debían haberlo sido en su juventud. Mantenían su redondez pero habían caído ligeramente. No obstante transmitía unas sensaciones ya olvidadas, sensaciones que permanecían en no sé que rincón de mi cerebro. Eran sensaciones casi desconocidas que resucitaron con todo su esplendor
No seguía los stándares de belleza actuales, pero resultaba muy atractiva y sobre todo era una mujer por mí muy deseada
El tiempo comenzó a transcurrir lentamente. No es que el reloj hubiera envejecido, Mi impaciencia, mis deseos de abandonar el local abrazados como dos jovenzuelos aumentaba de forma rápida
No necesité proponerle nada, una simple mirada, cargada de deseo, fue suficiente.
Fuera hacía frío, mucho frío. El termómetro del coche señalaba una temperatura negativa, pero nunca habría podido enfriar nuestro deseo
Habíamos recorrido unos pocos quilómetros. Su mano se había deslizado sobre mi pierna hasta el final y sus caricias me enloquecían.
Los botones de su blusa, habían abandonado sus ojales. Podía ver de reojo su sujetador crema y fantasear con lo que mas que encerrar, acariciaba.
Poco a poco aminoraba la marcha. Paralelamente a nosotros transcurría la autopista donde coches y camiones parecían competir por llegar los primeros a no sabían donde
Cuando nos detuvimos en el arcén una mirada cómplice indicaba que ambos conocíamos el guión...
                                                                                                                               Caballoloco


Mées (40)
Los Gendarmes que circulaban por la autopista, observaron, en una carretera secundaria que transcurre paralela a ella unos muslos que asomaban por la puerta trasera de un vehículo aparcado en el arcén. Pertenecían a una mujer de 73 años, que practicaba una felación a su pareja de 74
Estos amantes no pudieron resistir la llamada del amor y desnudos desafiaban a las bajas temperaturas de aquella tarde ( Le Sud Ouest)

domingo, 12 de febrero de 2012

ENSAYO


Vivencia, en singular, es el hecho de vivir y estar vivo. Vaya por delante que este ensayo lo hago sin estar motivado por algún interés de tipo reivindicativo; tampoco debería interpretarse esta narración como la crónica de un derrumbamiento o el relato de un desasosiego; lo que aquí describo a grandes rasgos, es más bien un canto a la vida y es también una reflexión introspectiva, quizá algo simple, sobre la condición humana y lo efímero del ser.

Hace ya algún tiempo que dejé de ser joven; pero aún así, por el modo con que ellas me devuelven la mirada al cruzármelas,.........
Hay mujeres decididas y de mucho temperamento y también las hay que tienen mucho arte en el mirar para mandar recado a los hombres; llegados a este punto, en tal tesitura, lo mejor es limitarse a mirarlas o admirarlas, según se tercie, sin pasar de ahí; que de embarazarlas con la mirada, ya se encarga el diablo y su ministerio. Sepan disculpar este rasgo de nostalgia embargadora; es una ordinariez que no he querido soslayar.

Sabedor, y siendo consciente de que el tiempo desbarata la vida, procuro cuidarme un poco para así ahorrar algún desaire al destino, que a veces nos avisa enviando recado en forma de soponcio, telele o jamacuco; por eso, cada mañana bien tempranito, me voy a la piscina municipal a nadar mil metros; nada mejor para desentumecer los músculos, que una buena sesión de natación reparadora. Dispensada me sea la forma de señalar, pero me deleita y me regala la vista y también la mente, el contemplar allí en traje de baño alguna odalisca tetona y culona; hay matronas, valientes y bien plantadas, que al andar contoneándose les cruje el culete como una sandía en su punto de madurez.
-Es usted, un viejo verde
-Verde, si; pero no viejo.

Siguiendo con este soliloquio, recuerdo que ya desde bien pequeño, de alguna forma me hurtaban el derecho a la vida.

-¡Niños, manteneos siempre puros y castos!
-Sí, padre. Antes morir que pecar....

- Bueno. Decídase usted ya a pronunciarse sobre el derecho a la vida.

-Bien. Yo creo que todos y cada uno de nosotros tendríamos o deberíamos tener una opinión propia; no una opinión basada en las teorías que nos fueron inculcadas durante nuestra infancia, sino extraída de la propia experiencia vital; porque si desde pequeños se nos veda el tener criterio propio, lo más probable será, que la libertad de cada uno para pensar y expresarse, acabe dejando de existir; que esa libertad no tenga dueño, que no sea de nadie y que todo derive hacia un hermético y nada deseable fundamentalismo; por consiguiente, es mejor dejarse de minucias y pejigueras teológicas.

- En mi opinión, además del aborto intrauterino, existe otro extrauterino, que se produce cuando muy a nuestro pesar nos morimos y fatalmente se interrumpe el curso de la vida. Mueren los seres humanos, mueren los animales y hasta el paisaje muere. Mirándolo así, bajo este punto de vista, todo en la vida asemejaría a un grande e incesante aborto.
Es una mala jugada, sin duda; todos quisiéramos vivir eternamente, pero no está así establecido y todos sin excepción, mal que nos pese, seremos abortados de modo inmisericorde. Todos estamos predestinados; de ahí que yo prefiera vivir, a fingir en cada instante, un deleite espiritual o carnal. Estoy de acuerdo con Oliver Cromwell, aquel que arengaba a los suyos al grito de: Muchachos, confiad en Dios y procurad mantener seca la pólvora.

-El paisaje también muere?
-Bueno; más bien cambia.
-Y donde queda el derecho a la vida?¿no le parece a usted que el aborto intrauterino es, cuando menos, inmoral?

-Usted dispense. Yo no lo encuentro ni bien ni mal. Allá cada cual, con su propia opinión.

-¿Y el aborto extrauterino? ¿No le parece a usted que es una cabronada?

-Lo será o no lo será, vaya usted a saber; eso está así establecido y nadie lo va a cambiar, por más que nos empeñemos; y las reclamaciones, al Maestro Armero; él fue quien dispuso que la vida fuera efímera.

-¡Pero eso es peor que una piedrecilla en el zapato! ¿No le parece a usted?
-Si, señora; mucho peor que eso.

-Y también peor que una arenilla en el preservativo?

-Pues, hombre...¡También!
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jueves, 9 de febrero de 2012

El celemín


En la misma base de la última capa, la del principio en el tiempo de mi memoria se instaló y quedó fijado ya para siempre. El primer olor con el que lo asocio es a grano, paja seca y cuerpo de mamífero. También a humo espeso de tabaco liado.

Luego mi recorrido se hizo lejano y forastero, desatento también con los pequeños objetos comunes y cotidianos, hasta con las palabras que los nombran. Pero él imperturbable siguió trabajando en su cometido de ancla cálida para mis pasos veloces.

Cuando volví a tropezármelo, casi con descuido todavía, el olor a establo ya andaba lejano. También se había ido el olor a humo con el abuelo.

Por aquellos entonces medía el celemín jabón en pastillas de olor a lilas en el baño de mi madre. Jabones que tantas veces navegaron por crestas blancas de espuma derramándose en la bañera, con velas de algodón peinado azul. Y las manos pequeñas de mis hijos al timón de su asa.

Nunca hacía largos trayectos. Su siguiente parada hacia el puerto definitivo que luego sería la cocina, fue el rincón que hace la pared del patio interior terracota y añil con el pasillo claro.

Allí pasó bastantes años, recogido por la puerta cuando se abre a sol y oreo, pendiente del que pasaba, al pie verde de una pilistra. Y yo, viaje a viaje iba llenando su capacidad con opérculos de caracola que le iba buscando en días de playa. Se asomaba entonces midiendo también el sabor a mar.

En una de aquellas vueltas desde el sur, sería ya a la tercera o quinta vez que caminé el largo pasillo, me asaltó la instantánea preocupación porque no conocía el horizonte de su nuevo rumbo. Con el temor de haberlo perdido, que andara ya midiendo algún capricho de mis hermanos…Mamá, el celemín?!.

Y el gesto calmado de mi madre señalando su siguiente destino, apenas unos pasos más allá. Medía almorzadas de almendras partidas en la última balda de la despensa, luego también a veces se alegró con las rosetas de maíz. Hasta sopesó los límites de algún membrillo oloroso en sus tiempos de aromas en la despensa.

Ahora está al mando de los caprichos de Mª José, en lo alto del práctico, moderno y tan funcional microondas lo tiene. El viejo celemín del abuelo Nicolás ha vuelto a medir pastillas.

Junto a la ventana, recibiendo en el dorso la luz que se cuela por el encaje de la cortina, ocupa el rincón primero de la mañana, escuchando todo de voces femeninas, oliendo el café. Y sacando las cuentas, desde su pedestal lacado blanco pendiente también a los números y colores de los envases que mide.

Atento a la voz cantarina y explicativa de María…En cuanto despierte tienes que echarle en agua la efervescente, que se la tome lo primero, me dice. Con el desayuno estas dos, mira que son de pautas fijas, no se te vaya a olvidar. A las doce hay que darle otra vez las mismas, también esta coloraína. Y una de las que le recetó don Aurelio. A las tres una de las naranjitas y el permixón, luego con la merienda el sobre y …Pero ¿Te estás enterando?, espera María, espera, que saco la agenda.

Debajo del vasar el celemín todo seriote calibra nuestras risas. Lo miro, y desde el hueco abierto de su boca entre las dos tablas recojo el guiño que me hace. Sabe que el consuelo, y la tranquila confianza está en la garantía de lo que mide.

En su capacidad está ahora también mi alegría. La alegría de tenerlo.

lunes, 6 de febrero de 2012

Historias de un jardín


El banco vacío

Siempre me pregunté, qué es lo que mueve a una persona a sentarse junto a otra en un banco público, o a hacerlo en el banco de enfrente. Había observado, que las miradas de los posibles futuros vecinos, eran verdaderos poemas

Caminaba por la Alameda, sumergido en mis pensamientos. En los bancos del paseo, gentes diversas. Una pareja de ancianos, la mamá con el cochecito de su bebé. Alguien leyendo un libro

Cada uno de ellos estaba en su mundo y a mi paso me miraban. Era una mirada perdida. En algún caso, parecía una invitación, en otros, una amenaza

Encontré un banco vacío. Había llegado la hora. El que quedaba casi en frente, también lo estaba . La gente iba y venía por el centro del paseo. Algunos se sentaban, pero no lo hacían en mi banco. Tampoco en el de enfrente

Cuando alguno me miraba, no me transmitía afabilidad, más bien eran miradas inquisitivas, en cierta medida podría calificar a algunas como miradas agresivas

Empecé a plantearme muchas preguntas. De mis pensamientos me rescató una mujer de avanzada edad- Con su dulce voz me preguntó ¿Puedo sentarme a su lado?

"Por supuesto que puede sentarse; es más, sería un placer que lo hiciera" contesté un poco tembloroso

Era una gran observadora y después de hablar del tiempo, del Sol y de la agradable sombra, me preguntó ¿Qué es lo que le preocupa? He observado que mira a la gente y que su paso le provoca cierto malestar

Le expliqué lo que en aquel momento rondaba mi mente Básicamente, le dije, me pregunto porqué los paseantes, miran el banco vacío, luego me miran a mí con caras extrañas. Siguen su camino y se sientan en cualquier otro banco.

La señora me dirigió una tierna sonrisa. Parecía un beso. Perdone, me dijo, ¿podría darme un pañuelo de papel? Yo en plan generoso le di tres

Se levantó y se dirigió al banco vacío que todos rechazaban. Se agachó, y frotó ligeramente el banco. Echó el pañuelo a una papelera y me miró

Una nueva sonrisa, un guiño y se deslizó paseo abajo por donde había venido

Las caras de los paseantes cambiaron, eran miradas amables. Algunos se sentaron en el banco desierto, otros incluso lo hicieron junto a mí

Qué hermosa lección la de aquella mujer, con besos en la sonrisa

                                                   Caballoloco

domingo, 5 de febrero de 2012

Jaco


A Jaco lo conozco desde ni se sabe. Compañero de colegio y de universidad, siempre fue “el otro”, el diferente, el que no fumaba cuando no fumar se consideraba poco elegante y poco varonil, el que prefería un paisaje de día a un cubata de noche. Caminaba a contracorriente, estorbando; o se mudaba a la acera de enfrente, la que no tiene escaparates, para ir solo sin molestar a nadie. 

–Eres muy raro –le decíamos. 
–Sí –contestaba; o no contestaba nada. 

Acabados nuestros estudios universitarios, la vida nos separó. Tardé mucho tiempo en reencontrarlo. Hace tres años, cuando ya ambos peinábamos canas y calvas, me lo tropecé en la acera de una calle cualquiera sin escaparates. Parecía feliz. Me contó su vida: cuatro cambios de trabajo, tres veces separado, varios hijos de madres diferentes, cinco continentes, a punto de jubilarse... y enamorado de nuevo. 

–Ni te imaginas cómo es –me dijo –, veinte años más joven que yo, alegre, vital, cariñosa, me tiene pillao, enamoriscao, encoñao, y además está colada por mí –, y acompañaba su exposición con sonrisas y grandes gestos con las manos y el cuerpo que demostraban una enorme alegría, una felicidad imposible de disimular.
–¿Cómo se te ocurre, a tus años? –le dije, enfadado y absorto–. Ya no estás para esos trotes, Jaco, cualquier día te da un parraque y te quedas panza arriba o panza abajo, a tu edad no hay que hacer el burro, sal con los amigos a echar la partida de mus, o a tomarte un cafelito al bar de la esquina, y luego vuelve a casa a dormir la siesta, es lo que hay que hacer a nuestras edades, deja de soñar. 
–Sí, eso es lo que me dicen mis ex-mujeres, mis hijos, mi prima, la asistenta y el cura de mi barrio –me contestó Jaco, mirándome sin perder la sonrisa y antes de despedirse. Y se alejó caminando, ágil y sonriente, por la acera de la calle sin escaparates. 

Ayer me lo volví a encontrar prácticamente en el mismo lugar. Estaba, no sé cómo decir, tristón, apagado. 

–¿Qué te pasa? –le pregunté.
–Me ha dejado antes de ayer –me contestó con la mirada fija en el suelo. 
–¿Ves? –me abalancé sobre él casi con furia– ¡Has estado haciendo el ridículo durante estos tres últimos años, mira que te lo dije, seguro que se ha ido con alguien de su edad! Cómo podías creer que estaba loca por ti, ¿eh? ¡Tonto, que eres un tonto iluso! Jaco no dejaba de mirar al suelo. Al cabo de un rato, me contestó:
–Sí, tienes razón, es lo mismo que me han dicho mis ex-mujeres, mis hijos, mi prima, la asistenta y el cura de mi barrio.
–Anda, vente conmigo –le dije dándole un abrazo–, que he quedado con unos amigos a tomar un orujito y a echar la partida en el café de la esquina. 

Anduvimos unos metros, sin hablar; hasta que poco a poco la sonrisa fue volviendo al rostro de Jaco. Se colocó unos cascos en los oídos y comenzó a canturrear al ritmo de la música que estaba escuchando: 

“Puede que sea esta la canción, la que nunca te escribí, 
tal vez te alegre el corazón, no hay más motivo ni razón, 
que me acordé de ti. 
Yo me fui, no sé hacia dónde, solo sé que me perdí. 
Yo me fui, no sé hacia dónde y yo solo me perdí; 
hay un niño que se esconde siempre detrás de mí”

Se soltó de mi brazo, me despidió con un gesto de la mano, y desapareció por la esquina de la calle que no tenía escaparates, bailoteando rítmicamente, rumbo a solo sabe él qué nuevos senderos. 

Incorregible; este Jaco se nos condena, fijo...

Ese amor que no se olvida.....el primer amor

Sentada bajo la sombra de un frondoso olivo, Águeda sostenía entre sus dedos una diminuta margarita amarilla.

Tenía la mirada fija sobre las cumbres de la Sierra de Gata, en su corazón, en su alma....un rostro, un nombre.... '' Lorenzo ''. En su mente las preguntas .... Me quiso ?.... No me quiso.... ?, mientras deshojaba la margarita lentamente.

Resbalaban lágrimas por sus mejillas, a la vez que de sus labios brotaba una tenue sonrisa, al recordar el tiempo pasado junto a él. Sus primeros cruces de miradas tímidas, ruborizadas, en la clase, en el recreo, esos encuentros sin querer.... queriendo.... en los pasillos, ese pequeño roce al cruzarse por ellos.... ese primer beso.... esas promesas de amor eterno, esos sueños de un futuro en común....

Águeda y Lorenzo no habían crecido juntos. Vivían al pié de la Sierra de Gata. Él en Cilleros, ella en Hoyos.

Hacía algunos años, un autobús escolar recogía a Lorenzo para transportarlo al Instituto de Hoyos. 

Desde ese primer momento, en cada encuentro, sentían miles de mariposas revoloteando en su estómago. Los corazones latían con fuerza, como queriendo escapar de sus pechos. Estaban inquietos, eran muy felices. 

Nunca habían sentido nada parecido; no sabían lo que realmente les pasaba, pero era emocionante, grato, aunque también les ponía nerviosos.

Ambos tenían catorce años, Lorenzo tan solo era tres meses mayor que ella. Muy tímidos e inocentes los dos, pronto estrecharon lazos que ellos llamaron al principio, amistad y un poco más.... 

Salían juntos tras terminar las clases, cogidos de la mano paseaban junto al río y entre piedra y piedra arrojada a el, algún inocente beso furtivo entraba en escena, seguido por una tierna sonrisa.

En uno de sus cortos paseos, llegaron hasta un solitario olivo. Era un lugar precioso. Era su rincón. Ya no eran amigos y un poco más, habían pasado tres meses y ahora eran novios. 

Grabaron sus nombres en la corteza del viejo olivo, dentro de un corazón que Lorenzo talló con su navajilla. En ese rincón se prometieron amor eterno, soñaron con una vida juntos para siempre, En ese lugar sus besos, sus inocentes caricias....su secreto....quedaba protegido bajo la atenta y robusta guardia del olivo....

Pero al cabo de tres años.... la vida les separó.

Ambos procedían de familia humilde y trabajadora, a parte de sus pequeños huertos y algún que otro animal de corral, para abastecerse de lo más primordial, la madre de Lorenzo trabajaba en el verdeo de la aceituna y el padre lo hacía en el proceso de la elaboración del aceite virgen. El padre de Águeda, en la elaboración del jamón y su madre, artesana del ganchillo, confeccionaba labores que eran vendidas en la ciudad. 

Un día, un rayo cayó en el hogar de Lorenzo, provocando un tremendo incendio que arrasó con todo. No teniendo nada con que poder remontar y afrontar esa pérdida tan grande, tuvieron que partir a casa de un familiar, trasladando se a otra comunidad, a muchos kilómetros de allí.

La despedida fue muy triste, entre llantos, besos, el reafirmar sus promesas, se dieron el último abrazo....largo....fuerte, intenso.... y sobre todo extremada mente doloroso....

Finalmente Lorenzo cabizbajo, con lágrimas en los ojos, le dio la espalda dejándola allí, sola, contemplando entre sollozos como se alejaba.... 

Lorenzo partió hace ahora casi 25 años. Durante los dos primeros, Águeda cada día recibía una carta llena de amor y esperanza, a partir de ahí y durante dos meses más, sus cartas se fueron espaciando .... hasta que un día dejo de recibirlas.

Ella siguió escribiéndole cada día, como siempre.... llenas de amor e ilusión, durante casi dos años más, hasta que las tres últimas cartas le fueron devueltas. 

Hoy día, felizmente casada y madre de tres hijos, todavía pasea de vez en cuando sola junto al río, llegando por el sendero hasta el frondoso olivo, ese que vela por su secreto, sus sueños, sus promesas, ese que tiene grabado para siempre, un corazón con dos nombres... Lorenzo y Águeda.

....Continua sentada al pie del viejo olivo, la mirada fija sobre la cumbre de la Sierra de Gata.... Entre sus dedos, la diminuta margarita y sigue preguntando....

Me quiso....? .... No me quiso....?