El banco vacío
Siempre
me pregunté, qué es lo que mueve a una persona a sentarse junto a
otra en un banco público, o a hacerlo en el banco de enfrente. Había
observado, que las miradas de los posibles futuros vecinos, eran
verdaderos poemas
Caminaba
por la Alameda, sumergido en mis pensamientos. En los bancos del
paseo, gentes diversas. Una pareja de ancianos, la mamá con el
cochecito de su bebé. Alguien leyendo un libro
Cada uno
de ellos estaba en su mundo y a mi paso me miraban. Era una mirada
perdida. En algún caso, parecía una invitación, en otros, una
amenaza
Encontré
un banco vacío. Había llegado la hora. El que quedaba casi en
frente, también lo estaba . La gente iba y venía por el centro
del paseo. Algunos se sentaban, pero no lo hacían en mi banco.
Tampoco en el de enfrente
Cuando
alguno me miraba, no me transmitía afabilidad, más bien eran
miradas inquisitivas, en cierta medida podría calificar a algunas
como miradas agresivas
Empecé
a plantearme muchas preguntas. De mis pensamientos me rescató una
mujer de avanzada edad- Con su dulce voz me preguntó ¿Puedo
sentarme a su lado?
"Por
supuesto que puede sentarse; es más, sería un placer que lo hiciera" contesté un poco tembloroso
Era una
gran observadora y después de hablar del tiempo, del Sol y de la
agradable sombra, me preguntó ¿Qué es lo que le preocupa? He
observado que mira a la gente y que su paso le provoca cierto
malestar
Le
expliqué lo que en aquel momento rondaba mi mente Básicamente, le
dije, me pregunto porqué los paseantes, miran el banco vacío, luego
me miran a mí con caras extrañas. Siguen su camino y se sientan en
cualquier otro banco.
La
señora me dirigió una tierna sonrisa. Parecía un beso. Perdone, me
dijo, ¿podría darme un pañuelo de papel? Yo en plan generoso le di
tres
Se
levantó y se dirigió al banco vacío que todos rechazaban. Se
agachó, y frotó ligeramente el banco. Echó el pañuelo a una
papelera y me miró
Una nueva sonrisa, un guiño y se deslizó paseo abajo por donde había venido
Las
caras de los paseantes cambiaron, eran miradas amables. Algunos se
sentaron en el banco desierto, otros incluso lo hicieron junto a mí
Qué
hermosa lección la de aquella mujer, con besos en la sonrisa
Caballoloco
Caballoloco
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