lunes, 6 de febrero de 2012

Historias de un jardín


El banco vacío

Siempre me pregunté, qué es lo que mueve a una persona a sentarse junto a otra en un banco público, o a hacerlo en el banco de enfrente. Había observado, que las miradas de los posibles futuros vecinos, eran verdaderos poemas

Caminaba por la Alameda, sumergido en mis pensamientos. En los bancos del paseo, gentes diversas. Una pareja de ancianos, la mamá con el cochecito de su bebé. Alguien leyendo un libro

Cada uno de ellos estaba en su mundo y a mi paso me miraban. Era una mirada perdida. En algún caso, parecía una invitación, en otros, una amenaza

Encontré un banco vacío. Había llegado la hora. El que quedaba casi en frente, también lo estaba . La gente iba y venía por el centro del paseo. Algunos se sentaban, pero no lo hacían en mi banco. Tampoco en el de enfrente

Cuando alguno me miraba, no me transmitía afabilidad, más bien eran miradas inquisitivas, en cierta medida podría calificar a algunas como miradas agresivas

Empecé a plantearme muchas preguntas. De mis pensamientos me rescató una mujer de avanzada edad- Con su dulce voz me preguntó ¿Puedo sentarme a su lado?

"Por supuesto que puede sentarse; es más, sería un placer que lo hiciera" contesté un poco tembloroso

Era una gran observadora y después de hablar del tiempo, del Sol y de la agradable sombra, me preguntó ¿Qué es lo que le preocupa? He observado que mira a la gente y que su paso le provoca cierto malestar

Le expliqué lo que en aquel momento rondaba mi mente Básicamente, le dije, me pregunto porqué los paseantes, miran el banco vacío, luego me miran a mí con caras extrañas. Siguen su camino y se sientan en cualquier otro banco.

La señora me dirigió una tierna sonrisa. Parecía un beso. Perdone, me dijo, ¿podría darme un pañuelo de papel? Yo en plan generoso le di tres

Se levantó y se dirigió al banco vacío que todos rechazaban. Se agachó, y frotó ligeramente el banco. Echó el pañuelo a una papelera y me miró

Una nueva sonrisa, un guiño y se deslizó paseo abajo por donde había venido

Las caras de los paseantes cambiaron, eran miradas amables. Algunos se sentaron en el banco desierto, otros incluso lo hicieron junto a mí

Qué hermosa lección la de aquella mujer, con besos en la sonrisa

                                                   Caballoloco

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