domingo, 15 de enero de 2012

¿Cuándo amanecerá, Mohamed? (2)



- Mohamed, la gente desconfía y recela de vosotros. Ha pasado un milenio y al parecer, no cicatrizan las viejas heridas. Hay gente que sabe del martilleo islámico, sobre estas tierras. Durante la dictadura de Almanzor, su hijo Abd-el-Malik, saqueó Manresa, a pocos kilómetros de aquí. ¿Qué dices a eso?”
Se hace el silencio durante unos segundos. Desde el exterior penetra un perfume de adelfas y de alhelíes. Persiste en la estancia aromas de jazmín y de té y yerbabuena. Es un olor casi narcotizante.
Mohamed responde con mesura:
- “¡El Mansour Billah¡ De él dice nuestro historiador Ibn Hayyan: ¡Por Dios, nunca volverá a dar el mundo nadie como él, ni defenderá las fronteras, otro que se le pueda comparar¡”

- Contraataca Miguel: “En el año 1002, en Calatañazor, murió Almanzor.... perdió su atambor.... fue sepultado en los infiernos. Lo dice el Cronicón Silense.”
El agareno, algo contrariado, da la contrarréplica: 
- Nada más alejado de la realidad, lo que dicen esos viejos cronicones. Los monjes del medioevo que los escribieron no fueron imparciales; falsearon la realidad, dando el carácter de cruzada a unos enfrentamientos entre castellanos y cordobeses, que fueron simplemente, luchas tribales. Estando firmemente arraigados en esta península, ya éramos considerados por todos, como pobladores legítimos en plenitud de soberanía. En los comicios del siglo XI, estando cercano el fin del caudillo musulmán, llevábamos aquí cerca de 300 años; mucho más de lo que duró la dominación visigótica. El propio Almanzor, a menudo mediaba en los conflictos que se suscitaban entre los mismos señores feudales cristianos. En cuanto al mito de Calatañazor, todo se redujo a una acción ofensiva del conde castellano Sancho García sobre la retaguardia de un ejército en retirada, con su jefe sexagenario, ya muy enfermo.

Pese a la seriedad del tema del que hablan los dos hombres, el ambiente es apacible y distendido. La esposa de Mohamed es una mujer aún joven. Es recatada y es discreta.
- Dime, Mohamed, cual es tu opinión sobre las mujeres. ¿Es cierto que las maltratáis? ¿Le pegas tú a tu mujer? Los esposos se sonríen y miran al huésped con displicencia. Finalmente llega la respuesta: 
- No se puede maltratar a la mujer, porque se la ama y porque es un regalo de Dios. ¿Pegar a mi mujer? ¡Ni con el pétalo de una rosa¡.”

Han pasado unas horas. En el dintel de la puerta de la casa, están ahora los dos hombres contemplando el atardecer. Han tenido tiempo para hablar de muchas cosas. Han hablado también de los males que afligen al mundo y están de acuerdo en que los pueblos deben llegar a un grado de entendimiento entre ellos, que les permita convivir en paz; y han llegado a la conclusión de que sin ese entendimiento entre las civilizaciones, la Humanidad no podrá sobrevivir.

A lo lejos, en un horizonte de tonos anaranjados, titilan ya algunas estrellas. Los dos hombres que hace poco se encontraron en el camino y que se saludaron de modo protocolario, sienten que ahora ya son un poco más amigos.

Teté el Rotweiler, el fiel escudero, ya no enseña los dientes a Mohamed; y presintiendo que ya es hora de regresar se aproxima a ellos, ansiando la vuelta a casa.
-Vuelve mañana. Tomaremos el té y seguiremos hablando de Almanzor.”
-Gracias, Mohamed. Ha sido un placer dialogar contigo.”

Miguel y su perro ya van por la vereda que los conducirá a casa; el hombre lleva colgada del brazo una cesta repleta de jugosos tomates de Montserrat, obsequio de su amigo el bereber.

Atrás queda la casita del altozano, donde su nuevo amigo probablemente seguirá soñando con remotos jardines, allá en la Córdoba lejana. Ha caído la noche y el aire es limpio. El hombre se ha parado unos instantes a contemplar la inmensidad estrellada; sereno en su ánimo y, esperanzado en su corazón, lanza un interrogante hacia el infinito: 
¿Habrá algún día un nuevo amanecer para la Humanidad? Mira luego a su perro y le pregunta: 
-¿Lo sabes tú, Teté?

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